En la Argentina de la crisis de 2002, la campaña Soja Solidaria –de la que participaron cámaras y empresas– buscó utilizar el cultivo más promocionado del país para solucionar el hambre. Cientos de toneladas de soja se repartieron en comedores y se mezclaron en los guisos de las familias que no podían conseguir por las suyas un plato de comida. Pero pronto se alzaron las primeras voces en desacuerdo con el plan.
El Consejo Nacional de Coordinación de Políticas Sociales convocó al Foro Nacional para un Plan de Alimentación y Nutrición, con el auspicio de UNICEF, del que participaron la Sociedad Argen-tina de Pediatría (SAP), el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA), la Sociedad Argentina de Nutricionistas y otras agrupaciones vinculadas al tema. Las conclusiones fueron tajantes. Dieron por tierra con el plan sojero contra el hambre.
El informe “Consideraciones sobre la soja en la alimentación” expresó que la soja no reemplaza a la carne, ya que si bien puede cubrir las necesidades proteicas cuando se la complementa con cereales, el hierro que puede aportar es inferior en cantidad y biodisponibilidad al hierro (hemíni-co) de las carnes.
Hasta hoy la SAP sigue las recomendaciones nutricionales que se acordaron en ese informe. “La soja no reúne condiciones adecuadas para niños menores de dos años, que deberían abstener-se de consumirla, y no es recomendable para menores de cinco. Los jugos a base de soja no reemplazan jamás a la leche. Igual que otros jugos industriales, pueden generar caries o pro-vocar algún tipo de trastorno nutricional si quitan el apetito o se consumen en exceso”, explicó Jorge Nasanovsky, pediatra de la SAP y director de zonapediatrica.com.
“La soja es, fue y será un forraje. No es un alimento para humanos. Es una proteína de difícil digeribilidad para los mamíferos, a excepción de los rumiantes. Desde que se aprobó la soja transgénica no se hizo nunca un estudio de impacto que dijera si es o no posible consumirla con tranquilidad”, dijo Darío Gianfelici, médico familiar que investigó el tema. “Transgénica o no, tiene alta cantidad de inhibidores de la absorción de hierro. Impide la absorción del zinc y otros oligoelementos cruciales para el desarrollo”, explicó. Gianfelici es médico rural, vive en Cerrito, Entre Ríos, y dice que el uso y abuso de soja en comedores infantiles produjo casos raros.
“La soja hace un aporte alto de sustancias homologables al estrógeno, hormona femenina –de ahí que sea aconsejable en mujeres menopáusicas. Pero por esto hay niños a los que les cre-cieron las mamas y niñas en las que se aceleró el desarrollo de los órganos sexuales y se incrementó su riesgo de padecer cáncer de útero, mama, ovarios, epitelio vaginal”, afirmó Gianfelici.
Desde el Chaco, Carlos Leoni, director de la Asociación Amigos por Naturaleza, explicó: “Como producto de esos desajustes hormonales aparecen cuestiones psicológicas complejas en chi-cos de entre 7 y 11 años. Muchas escuelas del interior comenzaron a servir jugos a base de soja en el desayuno. Al procesar el poroto sin quitarle la cascarita, los chicos tenían fuertes dolores abdominales y las maestras estaban asustadas. Los políticos hablaron de la soja como la panacea, pero hoy acá ya nadie habla de proveer soja a las escuelas”, dijo.
Aldo Guerrini, uno de los primeros médicos que escribió sobre la soja y la salud, se hizo una pre-gunta: ¿por qué los pueblos del Extremo Oriente que hace más de 3.000 años que consumen soja la utilizan en forma de porotos de soja cocinados? Investigó y encontró respuestas: des-pués de cientos de años de utilizar soja, los asiáticos aprendieron que debían usarla fermenta-da, como en el miso (salsa de soja fermentada), poroto fermentado o tofu, desechando sustan-cias indigestas y perjudiciales. Según Jorge Rulli, del Grupo de Reflexión Rural (GRR), “la idea de que los pueblos asiáticos comen soja en abundancia se basa en una gran mentira. La consu-men en dosis mínimas y bien preparada, combinada con una diversidad de alimentos”.
Rulli sostuvo que la única manera de “desactivar” la soja de su parte nociva es cocinar el poro-to durante al menos una hora. “La soja, cuando no está desactivada, es venenosa. No debería ser ingerida por niños menores de seis años, embarazadas, ancianos, enfermos, ni personas con defensas bajas. A los presos hace años que les dan.”